El ser interno tiene su propio espacio dentro de cada uno de nosotros. Y es un lugar inmaterial -pero real, no lo olvidemos- es un espacio interior al que siempre podemos acceder de día y de noche, en meditación o en plena actividad.
De hecho, es nuestro auténtico crisol personal, donde las experiencias cotidianas adquieren su verdadero sentido y se transforman en escalones que nos conducen a la comprensión.
Para llegar hasta ese espacio interior, recuerda que:
-Es imposible ver el fondo de un estanque cuando el agua esta revuelta. Hay que silenciar la mente, vaciar la de pensamientos. Y observar cómo desfilan las imágenes mentales sin emitir juicios, sin hacer interpretaciones racionales.
-La respiración es el mejor objeto de atención para todo el mundo, porque todos respiramos desde que nacemos hasta que morimos. Obsérvala. Y comprueba también cómo, en medio de una situación no clara, respirar profunda y conscientemente un par de veces, puede cambiar de forma sorprendente la manera de percibir lo que estás viendo... y, consecuentemente, de reaccionar y expresare.
-Aprovecha cualquier momento del día para situarte en tu lugar interno. Siente como ahí la paz y la serenidad e inundan. Poco a poco, tu espacio interior irá ampliando sus límites y afianzando su presencia en tu vida hasta llenarla por completo.
Sentir esa paz interna que todos llevamos en latencia, nos hará sentir en armonía con nosotros mismos y con el universo, propiciando así nuestro bienestar.
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